#quintus ahn.
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Mientras su hermana conversa con las personas que ahora constituirían su familia política, Quintus se mantiene rígido y tenso en un lugar en donde cree está seguro y es tan invisible como Madre le había dicho que fuera. El compañero silencioso que cumple un rol de hermano mayor, y se asegura que la próxima reina de aquella nación extranjera llegue, de hecho, al altar. No aquel que llama la atención del príncipe coronado.
Sería más fácil que le pidiesen caminar descalzo por la gravilla.
Dedica una mirada que cree discreta en dirección a aquel que debería, según lo acordado, volverse su cuñado, y no concibe cómo es que se puso en esa situación.
¿Por qué no insistió en que fuera sola? ¡Ya no era una niña, podía cumplir con sus deberes sin ayuda de nadie! Y, además, parecía de lo más contenta con el papel que le habían otorgado. Un contraste con su comportamiento cuando le anunciaron sobre el arreglo de aquel matrimonio.
Cuando su mirada no se vuelve tan disimulada, la corre y la fija en cualquier punto en donde pueda mantenerlo. La cortina, la cortina morada, aterciopelada, los detalles en dorado...
(¿Le había visto el príncipe? Traga).
... La bestia en granito a un lado, ¿Un león, un tigre? La placa que le acompaña ¿Sería otro familiar, uno muerto?
(¿A quién carajos le importa? Se arregla el cabello, y nota una gota de sudor).
Por favor, que no me haya visto, que no se acerque, implora.
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"Yo no---" Se apresura a defender sus palabras, mas estas carecen de defensa. ¿Y qué si quería probar las seducciones del príncipe? No hay cosa que se oiga más atractiva que estar a solas con él. Solo pensar en sus manos tocándolo, respirar su aliento, sus dedos enredados en su cabello...
(Por dios, Quintus. Un poco de vergüenza).
Se aclara la garganta, aunque esta vez su voz se escucha perfectamente. Cierra los ojos, tan solo por un momento, para concentrarse y aclarar su cabeza. Quizás así sería capaz de negarse con dignidad y dejar aquello que parecían estar armando atrás.
Donde debía estar.
De donde nunca debieron sacarlo.
Tonterías.
El príncipe camina hacia la salida y su mirada de inmediato le sigue, como por instinto. Se da cuenta de que su hermana también lo nota, porque cuando mira de reojo en su dirección, no muy seguro de lo que haría después, ve su mirada puesta en la entrada. Cuando llega a él, solo le dedica una sonrisa.
Todo estará bien, parece decirle. Todo lo está.
Y ella se lo cree, y continúa aquella charla con los padres de aquel príncipe a quien le sigue los pasos.
Sí que le encantaría ver las rosas que tiene preparadas (para él).
"¿Alguna vez le dicen que no, Alteza?" inquiere, cuando llega a su lado. Mantiene una postura fría y educada, bien erguido y compuesto. Así se manejaba en el mundo, y las fotografías siempre salían de maravilla.
Para esos casos, el acto era para las cámaras. En este, era para cualquiera que se encontraran en el camino y, un poco, para él mismo. Aunque el príncipe Quintus Ahn era al que menos convencía.
"Soy víctima de su persuasión, y me deja inquisitivo sobre el poder de los demás para resistirse a sus pedidos." Es formal, sí, pero bañado de un tono de juego que desarma y derrite el hielo en cada palabra. "Me hace cuestionarme si seré yo el pobre de fortaleza."
Apenas voltea el rostro para mirarle por el rabillo del ojo. La comisura que da al príncipe, se curva apenas, pero está seguro que, aunque sutiles sus gestos, él sabrá leer cada uno con éxito.
"¿A dónde me lleva? No veo por ningún lado esas maravillosas rosas que mencionó antes."
menea la cabeza de un lado hacia el otro en un gesto pensativo. es inapropiado, tiene razón, pero no por eso siente menos ánimos de escapar de allí a su lado. ha descubierto que lo prohibido le sabe mejor cuando está en compañía de quintus.
quinnie. el príncipe que no abandona su mente desde que cruzaron miradas por primera vez tras la llegada de ambos forasteros al reino.
ir en contra de las reglas y desafiar los protocolos escritos hace cientos de años es algo común en el heredero. no comprende en qué ayudaría a su futuro reinado que una mujer (por muy bella y educada que fuese) se siente a su lado en el trono, más allá de cumplir con el rol de progenitora para posibles hijos que continuarían con el linaje.
quizá sí tiene un poco de sentido.
¿sería tan cruel de utilizar a la joven como una máquina para engendrar a sus herederos? la pregunta se graba en su cerebro. sabe que lo mantendrá despierto en más de una noche.
los reyes (su madre principalmente) le dijeron que no piense mucho sobre el matrimonio y que no se muestre tan reacio al respecto; aseguraron que, de no amarla al principio, comenzaría a hacerlo con el pasar del tiempo. pusieron de ejemplo a su propia relación, inclusive, y lo único que obtuvieron de parte del príncipe fue un ceño fruncido.
se enamoraron por costumbre. no porque tuvieran algo en común.
aborrece la idea.
ahora, no está diciendo que está (aún) perdidamente enamorado de quintus, pero provoca que en su interior quemen emociones como no las sintió antes. la princesa no lo logró ni con el millón de sonrisas que le dedicó como intentos para encantarlo.
' encuentras inapropiadas mis ideas pero ya estás pensando en mis posibles tácticas de seducción — puedo mostrártelas cuando estemos a solas ' al hablar en un susurro, deja de lado las formalidades para dirigirse a él. también finge recorrer el sitio con la mirada, observando cuadros y otras decoraciones, para que cualquier tercero piense que están charlando sobre temáticas aburridas dignas de la realeza.
¿ha jugado al croquet hoy, su alteza? el día está maravilloso y el viento sopla a la velocidad perfecta para acompañar las bolas.
ridículo.
es el primero en ponerse en marcha hacia la salida, causando que dos de los empleados se apresuren a abrir las puertas de par en par, antes de girar apenas el cuerpo para mirar a su deseado acompañante.
' ¿me acompaña, alteza? ' cuestiona. ' el jardinero plantó nuevas rosas hoy por la mañana y creo que le gustará verlas '
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¿Por qué se acerca? No tiene que acercarse. No debe. Son cosas que le cruzan la cabeza mientras escucha muy fuertes los zapatos sobre la superficie del suelo, cada vez más cercanos.
Cuando se le detiene cerca, lo encara con una fina sonrisa. Aunque atenderlo tan ajeno se siente como un acto, la formalidad es más que necesaria frente a la familia del otro.
Frente a su hermana.
No importaba qué tanto compartieran entre ellos dos, la princesa y él. Que por la cercanía en edades era bastante, incluyendo responsabilidades. Nunca podría comentarle o hacerle ver lo que el príncipe le hacía sentir a él. Solo ella tenía el derecho.
El príncipe parecía no haber leído el memo.
"Es inapro---" piado. Inapropiado, intenta decir, pero entonces se da cuenta de que no ha dicho una palabra en bastante rato y la voz sale ronca. Le pica. Con delicadeza, se lleva un puño a la boca para aclararse la garganta. Y con un suave meneo de la cabeza, de lado a lado, inicia de nuevo: "Es inapropiado, su alteza. No deberíamos."
Su mirada se encuentra con la ajena, y lo nota: hace tanta calor que podría derretirse. Si pudiera elegir, lo haría en sus brazos.
(¿Qué mierda te pasa, Quintus?)
"Si encuentra este encuentro poco estimulante, sería mi mayor placer intentar entretenerlo aquí mismo," dice, desviando la mirada a su hermana. Enfócate, Quintus. Parecía genuinamente cómoda hablando con esas personas que se volverían sus suegros, los abuelos de sus hijos. Yada, yada.
El pensamiento, en lugar de entregarle el efecto que deseaba, le produce un rechazo que bordea lo tóxico. ¿Por qué no podía estar él en su lugar? Aunque dudaba poder hechizar a los reyes de la forma en que ella hacía.
"A menos que..." inicia. Siente el calor de sus manos acercándose al fuego, a punto de quemarse. "A menos que se le ocurra alguna táctica de seducción para tentarme a cumplirle sus caprichos. ¿Qué nos ofrecen sus jardines, Alteza?"
las manecillas del reloj moviéndose con cada segundo que pasa son mucho más interesantes para el príncipe que la conversación que mantienen los reyes con su prometida. está hasta seguro que transcurren más lentos desde hace unos diez minutos, atrapándolo allí y evitando que pueda marcharse a hacer algo más interesante.
son responsabilidades del heredero, le había dicho su padre, como si no existiesen otros métodos menos antiguos en la actualidad para unir a dos reinos. ¿comercio? pero de mercancía, no de su único hijo.
tic tac.
la risa de su futura esposa lo irrita. pobre, no tiene la culpa de que lucian odie la idea de renunciar a su libertad tan pronto le ponga un anillo en el dedo anular. es inevitable preguntarse si ella está contenta al respecto o si solo se trata de un acto. de ser así, la admira; debería dedicarse a ser actriz.
la mira. supone que puede adaptarse a verla todos los días, pero preferiría pasárselos viendo otro rostro en específico.
esa idea lo invita a recorrer la habitación con la mirada hasta dar con quien buscaba. es una suerte de coincidencia encontrárselo viéndolo de igual forma. no puede evitar sonreír disimuladamente.
libre (por ahora) de hacer lo que se le de la gana, decide acercarse hasta su futuro cuñado y ubicarse a su lado con aires de inocencia.
' hace mucho calor aquí dentro, ' comenta en voz baja. cruza los brazos detrás de su espalda, sosteniendo una de sus muñecas con la mano opuesta. ' ¿me acompaña al exterior, su alteza? estoy seguro que no notarán nuestra ausencia ' con el mentón señala a la princesa y a los reyes que continúan charlando.
qué castigo. sus padres la aman, no parece tener escapatoria.
vuelve a verlo, esta vez alzando una ceja. ' ¿vamos? '
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